El universo está hecho de cuerdas. Cuerdas que son la vida de los equilibristas que caminan sobre cada una de ellas.
Hay equilibristas expertos que caminan por su cuerda sin dificultad alguna, aunque a veces hay elementos externos (viento, aves, o desequilibrados que se les vienen encima) que los hacen desestabilizarse.
No obstante, muchos equilibristas (la mayoría) no son tan expertos. Éstos tropiezan constantemente, ya sea con sus pies, con otras cuerdas, con pájaros, o incluso con su propia cuerda.
Unos pocos se desesperan y deciden no hacer más equilibrios, se tiran de la cuerda, y nadie vuelve a saber más de ellos.
A otros les dan ataques de pánico y se agarran a la cuerda, y hace falta un buen empujón para que se vuelvan a poner en marcha.
El resto (que no son pocos) de los que tropiezan constantemente son los que insisten en mantener el equilibrio sobre una cuerda que no hace más que sacudirse y recorcerse bajo sus pies para que caigan.
Algunas veces caen; pero, para su sorpresa, no caen al vacío. Caen a una fuerte red cuyas cuerdas son las vidas de sus nudos, y cuyos nudos no son otros que todos aquellos dispuestos a sujetarte cuando tropiezas. Son todos aquellos que no permitirán que caigas al vacío.
Después de todo, eres un nudo más, un nudo que sujeta al igual que es sujetado.
Un nudo que, sobre todas las cosas, confía en su Red.